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En busca del milagro de la licuación de los clusters

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Velas

En ColaBoraBora han publico un artículo, Afinando en esto de las ICC, que contiene una reflexión acerca de cómo ven el sector de las industrias creativas y culturales. Para disponer de mejor perspectiva de lo que proponen, conviene leer también “algunas ideas planteadas en artículos anteriores como Ecosistema I+C+i, publicado en este misma web, o Comienza el programa KSI BERRITZAILE 2017, publicado en la web de KARRASKAN”. Estoy muy de acuerdo con lo escriben y me permito añadir alguna otra cosa a través de este post. Más leña al fuego.

En principio, debo decir que yo también he escrito por aquí un par de artículos acerca de los clusters y que reflejan, grosso modo, mi punto de vista: Rasgos de los clústeres empresariales del siglo XXI y ¿La clusterización de la economía es el pasado?. Siempre que desde fuera me preguntan por cómo nos organizamos económicamente en esta parte del sur de Islandia recurro a la política de clusters que el Gobierno Vasco puso en marcha hace 30 años. Y lo explico porque supuso un paso lógico y necesario. Algo así como vamos a ordenarnos un poco para ver quiénes estamos y qué podemos hacer para ser competitivos a escala global.

¿Cuál es el asunto, entonces? Que han pasado 30 años y que lo que fue ya no es. Sí, podemos seguir hablando de industria y de sectores. Pero la perspectiva debe ser, necesariamente, diferente. Y, ojo, no digo que no haya que “fijar” quién es quién en la foto desde sus capacidades, pero hay que echar a volar un poco la imaginación porque es muy posible que la competitividad venga de hibridar con quienes son diferentes y no tanto de buscar similitudes.

Además, me parece fundamental dar la vuelta a los sectores y repensarlos desde los clientes, desde los usuarios, desde las soluciones. Es decir, no tanto desde la oferta sino desde la demanda. Es un análisis fundamental para no autolimitar el desarrollo. Algo tan simple como cambiar las gafas. Ya, pero las inercias, las estructuras y los aprendizajes de tantos y tantos años condicionan lo que se puede o no hacer. No es tanto que nos impongan limites, sino que hemos aprendido a autolimitarnos.

Por otra parte, el caso de las industrias creativas y culturales sirve a ColaBoraBora para poner sobre la mesa, por ejemplo, la infravaloración de las ciencias sociales en todo el dibujo tecnológico y de innovación que proyectamos hoy desde este territorio. Mira que se ha insistido en la “innovación social” (recuerdo aquellos días del comienzo de Innobasque ¡hace ya 10 años! a la búsqueda de definiciones). Quizá hasta de tanto usarlo se desgastó el término. Hoy la industria 4.0 galopa a lomos de las tecnologías duras. Las otras tecnologías, las blandas, a las que tanto aluden en ColaBoraBora, quedan para la galería.

Vale, yo estudié Psicología y a lo mejor se me ve un poco el plumero de lo social y de las humanidades. La industria vive en otro plano paralelo, condicionada por sus ingenierías, sus máquinas y las automatizaciones. Las industrias culturales y creativas han jugado la baza de manejar el mismo símil: industrias. A lo mejor por ahí empieza la gran confusión. El sistema económico centrifuga a miles de revoluciones. La sectorialización dibuja cajones donde ubicar actividades económicas. Sigo pensando que sirvió, pero es cosa del pasado. Necesitamos imaginación para repensar industrias. Y más que con taxonomías conviene pensar con folksonomías. Ya se sabe, industria líquida.

La imagen es de Jorde GC en Flickr.


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